domingo, 22 de noviembre de 2009

Después de una fiesta

Estás como flotando en el aire, lo sientes pero no lo vives. Todos a tu alrededor están más o menos igual. Joder, qué bien te lo estás pasando.
De repente es de día, apareces sola en una habitación, y oyes gente hablando fuera. No recuerdas las últimas cuatro horas de la noche, y las anteriores las tienes algo borrosas, aunque de alguna manera tienes la sensación de haber disfrutado como nadie. Pero eso ya pasó. Ahora todo te da asco. Te encuentras fatal. Ojalá no hubieras ido. Estás agotada, sólo quieres dormir y para colmo mañana tienes que volver a las clases.

Todo en la vida es así.
Ocurren cosas. Algunas sin querer, sin darte ni cuenta, simplemente pasan y las aceptas, te guste o no. Otras, en cambio, las buscas. Las persigues. Hasta que las consigues. Y después están las que, por más que luches, no ocurren nunca. Pero qué le vas a hacer. No puedes estar en continua pelea con el mundo. Acabarías volviéndote loca, y nada vale tanto la pena como para estar en agonía continua. Hay que afrontar y aceptar la realidad. No todo puede ser tuyo.
Pero voy a centrarme en las cosas buenas que ocurren porque sí.
Una vez llegas a ese punto, después de un proceso el cual ignoras, las disfrutas. Sin plantearte nada. Simplemente está pasando, vale. Por algo será. El problema llega después.
¿Realmente ha valido la pena? ¿Estás más feliz, o más triste? ¿Decepcionada, quizás? ¿O simplemente no sientes nada? Esto dependerá, lógicamente, de cómo haya sido la experiencia. Si ha sido buena, tu nivel de felicidad habrá aumentado considerablemente. Si ha sido mala, te sentirás fatal, no sólo contigo misma sino con el mundo, ya que sentirás la necesidad de echarle la culpa a alguien, y raramente será a ti misma. Si para ti no ha significado nada, simplemente la asumirás, punto.
La vida sigue, el mundo está exactamente igual que antes. No ha cambiado nada. Sólo ha cambiado algo en ti, que a diferencia de lo que pienses, siempre es un cambio a mejor, puesto que las experiencias nos hacen cada día más fuertes, nos ayudan en cierto modo. Incluso lo más simple que pueda ocurrirte.
Los días continúan, no hay que frenar nunca, por muy mal que te encuentres en este preciso instante.
La vida es una borrachera continua.

(Es una metáfora un tanto rebuscada, pero allá cada uno con su imaginación).

No hay comentarios: