El otro día me quejaba de que mi vida es demasiado monótona.
Quería cambios y los he tenido.
¿Por qué hacer como si no ocurriese absolutamente nada? Deshacer la tensión del momento parece fácil, y de hecho en ocasiones lo es, pero no sirve, no vale, porque uno sabe lo que ocurre en realidad, y se nota algo de tensión, algo nada bueno entre dos personas, y más cuando éstas se quieren.
Absurdo.
Esa es la palabra. Ahora mismo todo me parece tan absurdo, que esa absurdidad se me atraganta, y me impide respirar, consiguiendo lo que hace mucho que no me ocurría: querer mandarlo todo lejos, muy lejos.
También me hace reflexionar y cuestionarme a mí misma si todo esto es por mi culpa.
Las cavilaciones me llevan a darme cuenta de que no. ¿He hecho yo algo? Me he podido equivocar en muchas ocasiones (he podido, y lo he hecho, muy a mi pesar), pero no en ésta. No, esta vez no.
¿Por qué razón entonces me como tanto la cabeza? No lo sé.
Tengo muchos defectos, soy consciente de ello. Uno es precisamente el comerme la cabeza por cualquier minuciosidad, aunque los demás ni se percaten de ella, y eso a veces me pasa factura.
No debería dejar que esto me ocurra, y menos esta vez, pero uno no puede cambiar en ese aspecto, desde mi punto de vista.
No voy a perseguir a nadie porque no tengo nada que decir. Cada uno sabe lo que tiene que hacer.
Quería cambios, y los he tenido, pero me parece que no ha valido la pena.
Nada.
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